¿Cuántas veces hemos tenido miedo?, cuántas veces nuestro cuerpo se ha estremecido frente a una idea que nos desestabiliza, el anuncio de una enfermedad, la partida de un ser querido, un crisis matrimonial, laboral o financiera. Si somos sinceros, no son pocas las veces en que hemos sido presa de circunstancias que intimidan nuestra existencia, nuestro espíritu y nuestra carne son enfrentados a sus propios monstruos, esto nos pasa a todos los hombres, inclusive a los que hemos creído en Cristo. El cristiano no es un super hombre o mujer, es tan débil como el que vive bajo el poder de las tinieblas, inclusive más porque el propio evangelio es un debilitador de la carne, los temores la incertidumbre, la ansiedad son parte del cristianismo, lo dice la biblia, lo dice la historia y lo digo yo, y tú y todos los que somos cristianos. Quien cree ser fuerte en realidad está engañado, ciego y debe arrepentirse para que sus ojos se abran frente a la luz del evangelio. Somos débiles, somos susceptibles de temores, de angustias y de dolores, esto es así y es necesario que así sea. No hay una promesa en la biblia de que seremos librados de esa realidad, más aún se nos anticipó que lo viviríamos. La pequeña gran diferencia es que para un cristiano toda es tribulación es llevada por una fuerza sobrenatural que actúa dentro de cada redimido, una fuerza vitalizante, consoladora, una fuerza piadosa que nos conduce hacia Cristo en medio de la tribulación. Si la tribulación produce santidad y más de Cristo entonces es un regalo de Dios!, nada es más excelso para la vida de un hombre que el carácter y la imagen de Dios se vaya formando en sí mismo y si para hacerlo debemos experimentar aflicciones entonces ¡Benditas las aflicciones! Mientras la carne se debilita y el espíritu es fortalecido por la obra de Cristo, de esa misma forma somos purificados y eso nos debe llenar de esperanza y gozo. Debemos aprender a gozarnos en medio de la aflicción porque sabemos que ella nos conduce a más y más de Cristo y al final eso es lo único que debe importarnos. Que la aflicción no te destruya, que seas debilitado en medio de ella para que Cristo sea glorificado. Eso siempre y cuando hayas sido rescatado de las tinieblas y estés escondido en la persona de Cristo, sólo así tu dolor tiene esperanza. Si no es así aún estás a tiempo y debes arrepentirte y creer en el evangelio. ¡Pide ayuda, podemos ayudarte!
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