Una de las certezas de la vida es que la muerte es segura y el juicio de Dios es ineludible. La muerte no es natural, sino la consecuencia de la decadencia espiritual. Si los hombres comprendieran esta realidad en vez de correr en la vida para evitarla podrían entender la necesidad que tienen del evangelio y de la salvación de sus almas.

 

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