El Cristiano es una persona que ha sido redimida, que significa haber sido comprado por Dios por medio de su propia sangre en la Cruz del Calvario. En ese acto experimentó una transformación sobrenatural, un milagro que cambia y altera toda la esencia misma de esa persona para conducirse en pro de una nueva vida que honra y glorifica al Dios que lo alcanzó. Pero esta relación con Dios no es sólo una cuestión reverencial o de culto . No sólo somos personas que , por medio de esta nueva naturaleza , le rendimos circunstancialmente o en determinados momentos ciertas acciones de culto religioso a Dios, eso sería una simplificación completa de lo que nos pasó. Fuimos llamados hijos de Dios, amigos, hermanos y siervos pero también fuimos llamados soldados, personas que luchamos una guerra espiritual que no pertenece a este mundo. Una guerra en donde lo que enfrentamos es la mentira, los engaños del mundo por medio de la verdad del evangelio. Una guerra de las ideas plasmadas en la biblia y validadas en nuestra propia vida contra las mentiras de satanás en medio de este mundo. Cada cristiano tiene un rol en esta labor y no puede soslayarla . Somos miembros del reino de Cristo y nuestro rey nos ha llamado a esa batalla . Eso es predicar el evangelio, es esencialmente un acto de desafío y confrontación a las tinieblas de este mundo que infunden y esclavizan con su mentira que sólo conduce a la perdición eterna del alma humana. No puedes separar tu salvación de tu responsabilidad . Jesucristo no lo hizo y no se nos está permitido a nosotros tampoco hacerlo. Como el famoso predicador Charles Spurgeon dijo: El evangelio es como un león enjaulado que no necesita ser defendido, necesita salir de su jaula. Llegó ese momento. ¡Despertad! y cumple tu rol en esta batalla.